Inesperadamente, un nuevo texto ha decidido aparecer de dónde en principio no tenía que salir. El texto forma parte de Creación de Personajes, pero no es necesaria (aunque recomendable) su lectura. En esta entrada nos centraremos en cómo usamos un personaje.
Usar el personaje no es tan solo sacarlo a escena: cada personaje tiene su vida, sus motivaciones y su razón de ser en nuestra historia, tal como ya hemos visto antes. Para potenciar estos puntos, vamos a comentar algunas recomendaciones que podemos hacer al respecto.
El personaje, primero de todo, tiene un nombre, una relación con los otros y un rol en la historia. Eso significa que tenemos 3 herramientas muy potentes que debemos aprovechar: el nombre lo define como individuo, las relaciones entre los otros nos pueden servir para situarlo y el rol nos ayuda a conceptualizarlo otra vez, que viene a ser lo contrario de lo que originalmente dijimos de los personajes. Pero es una parte imprescindible, puesto que es su rol en la historia el que le da sentido. Ya habiendo hablado de arquetipos, son los tipos de rol más comunes. Es importante recordar que, aunque los hagamos humanos y complejos, al fin y al cabo un personaje existe para cumplir una función aunque sea nimia o absurda, y el rol debe ser capaz de conceptualizar su papel en una o muy pocas palabras.
El rol del personaje implica que estará en algún sitio para cumplir su objetivo: el camarero tiene lógica encontrárselo en el bar, y cualquier encuentro fuera de él llama irremediablemente la atención. Es por eso que cada personaje tiene un "ecosistema" relacionado con su rol, ya sea su lugar de trabajo, su casa y el bar en el que sale cada viernes por la noche con sus amigos. Este ecosistema es su hábitat, y cualquier encontronazo fuera de él es sinónimo de algo, aunque sea involuntario, con lo que se debe controlar donde nos encontramos los personajes. Normalmente los personajes que no tienen un espacio definido tienen implícita la sensación de que se esconden del protagonista, o que lo persiguen.
Junto al rol y el ecosistema, encontramos las relaciones. Lo normal es que cada persona se relacione con otras, ya sea por lazos familiares o afeccionales. El uso y la definición de estas relaciones es clave para no perder al personaje de lugar: recordar, directa o indirectamente que Margaret es la tía del protagonista sirve para que Margaret no se pierda entre el mar de personajes. Eso es muy clave cuando tenemos muchos personajes, o para enganchar fácilmente a personajes secundarios que no precisen de mucha profundidad.
Y finalmente tenemos el nombre, que es la esencia del individualismo. Dentro de la categoría tendremos varias cosas, como las actitudes, manierismos o rasgos clave de tal personaje como individual. Podemos tener al camarero, que es el primo del héroe, pero para darle profundidad de personaje podemos destacar su bigote especialmente cuidado, o que siempre está jugando con su reloj de bolsillo, o incluso que acaba las frases en un "¡vaya que sí!". Mostrar acciones parecidas invita a relacionar el personaje por estas acciones, y a caracterizarlo. Tales actitudes o frases han llegado incluso a eclipsar al personaje en sí (¿Cuántos podrían decirme alguna cosa de Iñigo Montoya que no sea su legendaria frase?).
Juntando estos tres factores, usándolos correctamente, nuestro personaje se moverá en nuestro relato de manera fluida y lógica, facilitando el entendimiento para nuestros lectores y encajando en nuestro puzzle sin sobrar.