7 jun 2012

Compromisos de comprensión

Lo llamo elfo para que lo entiendas

Uno de los retos más divertidos de la narrativa es crear el contexto, el mundo en el que pasa nuestra aventura. Mucha gente le gusta describir nuevas culturas, y crear cosas nuevas que no están en su realidad. Pero muchas veces se corre el riesgo de crear algo tan diferente, tan ajeno, que el lector se sienta alienado y perdido. Esto ocurre mucho en temas de lenguas o términos inventados, en que el autor está orgulloso y más que dispuesto a mostrar su trabajo a la mínima que puede.

Casos que podemos observar son por ejemplo la presencia de varios idiomas ajenos a los protagonistas, solucionados de maneras distintas según las necesidades (traductores inmediatos, un idioma universal que evita su uso,...). Muchas veces este caso se da en la fantasía, creando varias lenguas élficas y de demás criaturas mágicas o antiguas. Otro caso directamente es la propia criatura, institución o lugar, que está lleno de nombres ajenos y complicados, o directamente inventados.

Ejemplos de estas invenciones pueden ser los dialectos élficos de Tolkien, los nombres de monedas o medidas que se usan en algunos relatos de ficción, cargos o figuras autoritarias y las clásicas escrituras antiguas que todas buenas ruinas deben tener.

Y es aquí cuando debemos hacernos la pregunta clave. ¿Realmente es necesario? Porque muchas veces no lo es. Plantearse si un término merece un nombre nuevo no es trivial, y aunque pierda profundidad y carácter, gana en comprensión. Ya tenemos muchas palabras que son utilizadas y/o conocidas por lectores, que podemos usar de comodín: la energía mágica llamada maná será mucho más sencilla de entender para muchos, de la misma manera que los enanos y elfos son ya familiares en nuestra cultura popular, aunque no sean reales. Son conceptos arrelados ya en la cultura popular que permiten tener un punto de partida fácil para el escritor y para el lector.

Así que cuando decimos "enano", las características básicas de altura y de cierto mal genio vienen normalmente de serie. Utilizar un hipógrifo nos asegura una temible bestia medio león medio águila; o sabemos que la hidra le crecen cabezas nuevas si le cortamos alguna. Sus caracterísitcas clásicas, pero, no son vinculantes, como demostró nuestra querida Stephanie Meyer con los vampiros de Crepúsculo.

El compromiso de la comprensión es encontrar este equilibrio comentado entre los dos puntos: la palabra nueva que le da carácter propio y profundidad a mi cultura nueva, la palabra conocida por todos que es más fácil de recordar pero que puede ser relacionada con otros usos en otras obras. Normalmente, cuando más se utiliza un término o palabra más se puede caracterizar, y por lo tanto gana el derecho a una palabra propia. Si es más largo que un término o una palabra, pero, es recomendable conseguir cierta traducción o que no haya muchas frases seguidas, pues frustran al lector. De la misma manera, motes múltiples para el mismo concepto es algo habitual en un ambiente multicultural, pero puede llevar a complicar el entendimiento y dar pie a entender que son cosas distintas.

En este tema, muchas veces llevados por nuestra vanidad como escritores, cometemos errores básicos: Errores que no se deberían cometer son por ejemplo no entender al protagonista de la historia si habla otro idioma o no entender una conversaión en una lengua que entiende. Es algo que he visto en trabajos considerados buenos, y realmente no tiene sentido: si el protagonista sabe el lenguaje, nosotros como parte de él deberíamos saber también lo que dice. En este caso, a través de comentarlo en la narración o con el uso de una cursiva, por ejemplo, se puede indicar el cambio de idioma. 

En una película es habitual encontrar cada vez más subtítulos para representar tal cosa. Los productores son muy reacios a utilizar subtítulos, pero así nos aseguramos de dar más autenticidad a la propuesta. Eso nos trae situaciones divertidas y curiosas, como el Buzz Lightyear en Toy Story 3, que al reiniciarlo habla español: por razones obvias, el doblaje español tuvo que buscar una alternativa, y la encontró en usar un español sureño muy caracterizado, convirtiendo a Buzz en el primer marine espacial andaluz de la historia (que yo sepa).

Otro caso es el de querer utilizar palabras de otros idiomas sin saber bien, o crear "palabros" en otros idiomas. "Palabros" es un término que he creado para referirme a palabras muchas veces complicadas que simplemente no existen, ya sea por error o por intención del escritor. El clásico es intentar crear "palabros" en latín, en griego o en idiomas que en principio son ajenos al entorno de la historia: un clásico en los mangas son los "palabros" en inglés, latín, alemán o parecidos, que acaban siendo palabras fuera de lugar que al autor le pareció que sonaban bien.

Así que aquí os dejo el planteamiento: ¿Realmente la palabra que vais a inventaros, aunque mole mil y sea super adecuada, la necesitáis? Si la respuesta es sí, adelante, pero recordad que el lector no puede pensar lo mismo.



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