Dar vida a nuestros pequeños
Bienvenidos a una nueva entrada, y ésta vez la primera que estará partida. Partida por temática, para hacerlas más ajustadas de duración y contenido.
En ésta primera parte, una vez tenemos una idea y una sinopsis, vamos a crear los materiales necesarios para crear nuestra historia. Fijáos aún que no se ha hablado de medio, y es que nuestro objetivo hasta ahora es la historia y no la narración. Y el proceso es el mismo para todos hasta el punto de la historia, en su mayor parte.
En toda producción pues existirá uno o más personajes. Éstos tienden a realizar acciones y a parecer humanos o al menos con cierto comportamiento racional. Ejemplos de personajes podrían ser cualquier protagonista de película, Simba en El Rey León o el Anillo en el Señor de los Anillos (sí, se considera personaje porque actúa en el entorno con una aparente conciencia propia).
De entre ellos, debemos destacar el protagonista. El personaje que se lleva la portada, el cartel de cine, el título de la obra y/o la promoción importante... Aunque no es exactamente así, porque en verdad el protagonista es "aquél que se enfrenta a un conflicto". Ciertamente, nuestro protagonista clásico es el que se lleva el conflicto principal, pero también debemos además sumarle todos los personajes que se enfrentan a sus problemas. En más o menos medida, ellos son protagonistas, aunque no dispongan necesariamente del foco.
¿Deberíamos pues darles importancia igual a varios protagonistas?¿Es necesario que resolvamos todos los problemas? La respuesta a ambas es NO. O al menos matizar el no con un "depende". Depende principalmente de la historia contada. Nosotros podemos solucionar los problemas de los personajes en un final redondo de la historia, como muchas historias infantiles y algunas de no tanto. Pero también podemos dejar abiertas varias puertas, para ampliar la trascendencia de nuestra obra (ya hablaremos de ella). Un ejemplo de dejar la puerta abierta sería que un amigo del protagonista principal, que ha estado buscando a su tío desaparecido durante años, haya llegado a un punto muerto y sin pistas más que su tío sigue vivo. Aunque dejemos su papel incompleto, la búsqueda ha servido dentro de la historia (o eso se espera), y por lo tanto ha cumplido su función aún y no haber encontrado su objetivo. Es un buen lugar para tomar una posible segunda historia, también.
Así pues, tenemos la visión del protagonista múltiple. Lo normal entonces es que en tu historia les regales un poco de foco, o lo que viene a ser que les des el momento de protagonismo ansiado. Si tenemos al amigo del prota que va a por su tío, el momento en que llega al punto muerto es sin duda su momento más dramático, y seguramente valdrá la pena enfocar el momento en caso de que suceda. Aunque lo importante, evidentemente, es seguir el camino que marcaremos en la narración para contar la historia como a nosotros nos interese más. Nuestro objetivo en la historia, pero, es tratar los hechos de manera objetiva y completa, siendo el foco una herramienta de la narración, de un proceso posterior. Así que de momento nos centraremos en contar todas las historias. Es hora de enredarlos.
Teniendo nuestros protagonistas y nuestros personajes, las relaciones entre ellos son claves para que ésto funcione. Podéis probar con gráficos de redonditas y flechas, de árboles relacionándose o de una lista simple, pero el caso es que la relación entre personajes es una cosa que es ideal tener presente. Una recomendación es que a cada relación (flechita) le deis dos informaciones: la concepción el uno del otro y viceversa. Aceptamos que no necesriamente tienen que ser recíprocas ni tampoco estáticas, con lo que marcamos un árbol de relaciones inicial a la historia y podemos ampliarlo posteriormente en copias aparte. Así sirve también para ver la evolución de las relaciones entre personajes, un elemento habitual en producciones un poco largas. Y vamos a pegarles ahora ya sí un poco de dimensionalidad.
Debemos separar los personajes entre planos y redondos. Planos son los personajes que muestran una sola faceta y/o actitud durante la obra, y redondos aquellos que muestran más de una. No es malo hacer personajes planos, que no os enreden. No todos los personajes deben ser profundos y relevantes, aunque tengan mucho trabajo detrás. Es importante poder tener personajes trampa, que puedan jugar un papel importante pero que sean la personificación de una idea o actitud. De estos personajes no es importante su vida o sus motivaciones, sino la idea que representan. Es muy útil tener al mayordomo de la casa, por ejemplo, que cumpla la idea del aliado pasivo (el clásico mayordomo que ayuda a su señor de escondidas); o tener a un inventor que nos ayude a solucionar nuestros problemas con su ingenio, aunque realmente solo vayamos a él cuando tengamos problemas. Los personajes planos también pueden utilizarse en protagonistas a veces, y es que plano también se considera aquél personaje que muestra una sola faceta de su vida y/o no evoluciona como personaje. Muchas películas de humor tienen a protagonistas planos, que no aprenden de sus errores y caen contínuamente en todos los gags.
Una ayuda que podéis sumar al árbol de relaciones antes mencionado es el término de "arquetipos". Éstos nos permiten generalizar la actitud o el papel de un personaje EN RELACIÓN A LA HISTORIA. Importante el punto, la clave del arquetipo es utilizar esta faceta en la historia. Las facetas conocidas son las de "héroe", "mentor", "enemigo" y parecidos, pero también podéis utilizar un arquetipo basado en personajes ya existentes: calificar a un personaje de "Trinity" (hablando de la película "The Matrix") nos permite relacionar y entender más rápidamente su papel de heroína y posterior amante del protagonista, y así también definir mejor la idea en mente. ¿Qué pasaría si metiéramos como personaje a varios personajes en vuestra producción? A lo mejor ya tenéis alguno y no lo véis hasta entonces. Independientemente de la dimensionalidad, el arquetipo es una etiqueta de presentación informal que puede servir mucho de ayuda y puede mostrar carencias en vuestro planteamiento de personajes.
Y una vez tenemos un elenco de personajes, sean protagonistas o no, sean planos o redondos, debemos darles vida. Un clásico de ello es hacer fichas de personajes. Los jugadores de rol tienen ya experiencia en el tema, saben que crear fichas es la base para definir a un personaje. ¿Y qué pones en la ficha? Principalmente las informaciones relevantes que necesites. Mucho se ha hablado de cómo definir un personaje, y sin embargo no hay respuesta totalmente exacta. Desde las 100 preguntas hasta las fichas interminables, muchos métodos os pueden ayudar a definir un personaje. Podéis probarlos, y después os creáis el más cómodo. Y es el tema con el que empezaré el siguiente capítulo, dedicado a cerrar el tema de personajes de momento. Estamos aún en la introducción, señores, y queda mucho trabajo por delante.
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